
Este 17 de Agosto se recuerda el fallecimiento de uno de los mas grandes proceres de nuestra patria, El General Don José de San Martín, revolucionario, intelectual, genio militar, un valeroso militar, digno guerrero que pareciera ser sacado de una leyenda Artúrica.
Inicio MilitarJosé de San Martin nació en la reducción de Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú, fundada en la provincia jesuítica del Paraguay. A los seis años se mudo junto a su familia a la ciudad de Cadiz, España, estudió en el Seminario Real de Nobles en Madrid, vivió y estudió en la ciudad de Malaga, entro al ejercito español, hizo carrera militar en el regimiento de Murcia, participó en la guerra de la Independencia Española de la conquista Napoleónica, participó de la batalla de Bailén, y también combatió en el Norte de Africa. A los 34 años obtuvo el rango de teniente coronel, volviendo a las Provincias Unidas del Rio de La Plata en el año 1812.





“…Mi separación voluntaria del Perú parecía me ponía al cubierto de toda sospecha de ambicionar nada sobre las desunidas Provincias del Plata. Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más relaciones que algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería…”(Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su Correspondencia)
Y O’Higgins en respuesta:
“…ejerzan enhorabuena su rabia inquisitorial en nuestra comunicaciones privadas que ellos no encontrarán otra materia más que la misma firmeza y honradez que no han podido contradecir de nuestra vida pública. Hasta la evidencia se podría asegurar que las ocho o diez cartas que veo por su apreciable del 29 de septiembre del año pasado se han escamoteado como las que he escrito a Ud. paran en poder del hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino. Un enemigo tan feroz de los patriotas como Don Bernardino Rivadavia estaba preparado por arcanos más oscuros que el carbón para humillarlos y para degradación que su desastrosa administración ha dejado a un pueblo generoso, que fue la admiración y baliza de las repúblicas de América Sudeste. Hombre despreciable que no solo ha ejercido su envidia y encono contra Ud. no queda satisfecha su rabia, y acudiendo a la guerra de zapa, quiso minarme en el retiro de este desierto, donde por huir de ingratos busco mi subsistencia y la de mi familia con el sudor de mi frente…”(Altamira, Luis Roberto. Ibidem) (JS.p.36)
Muestra de las afrentas que la prensa rivadavina ejercía sobre San Martín es el siguiente extracto escrito por él mismo.
“…A mi regreso de Perú establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición, corté toda comunicación (excepto con mi familia), y me proponía en mi atrincheramiento dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! En medio de esos planes lisonjeros, he aquí que el espantoso “Centinela” (periódico rivadaviano) principia o hostilizarme; sus carnívoras falanges se destacan y bloquean mi pacífico retiro. Entonces fue cuando se me manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que se me dejara vivir tranquilamente” (Comisión Nacional del Centenario. Documentación del archivo San Martín. Tomo I )
San Martín decide trasladarse a Buenos Aires a darle el último adiós a su esposa que agonizante reclamaba su asistencia. Pero San Martín debe postergar su viaje ante la certeza de un complot para interceptar su viaje para prenderlo o asesinarlo, y en carta a Guido del 27 de abril de 1828 dá cuenta de ello:
“¿Ignora Ud por ventura que en el 23, cuando por ceder a las instancias de mi mujer de venir a Buenos Aires a darle el último adiós, resolví en mayo venir a Buenos Aires, se apostaron en le camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración”. (Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su Correspondencia)
José Francisco creía en la monarquia constitucional como forma de gobierno, prueba de esto son sus esfuerzos por imponer esta forma de gobierno durante su labor como Protector del Perú, ocasión en la cual mando una pequeña expedición para que cosnigan un principe de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha para que reinará en el Perú, idea que también supo compartir Manuel Belgrano quien quiso imponer a Juan Bautista Túpac Amaru como rey Inca para independizar a las provincias Unidas de Sudamérica, concepto que repite San Martín como América Española.
Su muerte y milagro
En la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver.
Bajé enseguida a una pieza inferior dominando los sentimientos religiosos, que solevantan en el corazón del hombre más incrédulo al aspecto de la muerte. Un reloj de cuadro negro, colgado en la pared, marcaba las horas con un sonido lúgubre, como el de las campanas de la agonía, y este reloj se paró aquella noche a las tres, hora en que había expirado el General San Martín. ¡Singular coincidencia! El reloj del bolsillo del mismo General se detuvo también en aquella última hora de su existencia.Al día siguiente, 19, al tiempo de colocar en el féretro los restos mortales del ilustre difunto, la caja de la guardia nacional resonaba casualmente enfrente de la casa mortuoria; como si fuera homenaje militar tributado al guerrero, que hizo resonar por la vez primera en las altas cimas de los Andes los clarines y tambores marciales, que acompañaron en Chile, el Perú y el Ecuador, el estandarte victorioso de la independencia americana.
Una vez pasado el hecho hace también las siguientes reflexiones que considero pertinente destacar.
Ahí está ya, en el puerto a que todos arribamos, el hombre que fue en la América meridional un gran capitán y que supo imitar el magnánimo desprendimiento de Wáshington, cediendo a su rival el teatro en que hubiera podido cubrirse aun de más gloria, y alejándose espontáneamente de los pueblos a que había dado independencia, para que se comprendiera que su única ambición era la de anularse, después de haber contribuido poderosamente a la emancipación de medio mundo. Veintiocho años ha pasado en su voluntaria proscripción, sin que jamás haya salido de sus labios una sola palabra de queja, a pesar de que la calumnia y la ingratitud hicieron llegar más de una vez al apartado lugar de su retiro los destemplado clamores, que jamás conturbaron la paz de su alma. Ese es el puerto, sí; el mismo General en uno de los momentos en que le afligían sus crudos dolores decía a su hija, tan digna por su virtud de ser la heredera de su gloria, en el idioma del pueblo que habitaba: “C´est l´orage qui méne au port” –la tormenta que conduce al puerto- ¡Bellas palabras y llenas de verdad! ¡Cual otro que la muerte es el puerto en que descansan, después de las fatigas de la vida, los hombres como el General San Martín! No le bastó después de sus espléndidos triunfos, decir a los pueblos que había emancipado: -Ved que soy un hombre honrado-; y ha sido preciso que llegara lleno de años y de abnegación al borde de su tumba, para que la justicia empezara para él. El fallo de la justicia humana no es completo por desgracia, sino después que los hombres ven cadáver al que fue en vida libertador, después que el héroe ha entrado a ese puerto, del que no se regresa a la tierra. Si el general San Martín no se quejaba de la ingratitud, tenía memoria para los beneficios, si es que pueden llamarse así las justas recompensas acordadas por los Gobiernos de Chile y del Perú a sus grandes servicios. En cuanto a la conducta respecto de él, del actual y de los anteriores gobiernos de su propio país, imitaré, en presencia de esa augusta tumba, el noble silencio del patriota generoso y puro que ella encierra.
El general San Martín no sólo concibió sino realizó la empresa, no menos audaz, considerada la diferencia de medios, del paso de los Andes, con un ejército que tenía que hacer esa conquista sobre la naturaleza antes de conquistar para la independencia a dos Estados americanos. Y sin embargo un solo monumento no se eleva en todo el vasto territorio que recorrió aquel guerrero con sus tropas victoriosas desde San Lorenzo hasta Pichincha. ¡Ingratitud de los pueblos comparable sólo con el desprendimiento del héroe!
Boulogne-Sur-Amee, ciudad francesa se convierte así en la cuna del emperador romano Julio Cesar Cayo y en tumba del Libertador de medio continente José Francisco de San Martin y Matorras, el Gran General.
El milagro de San Martin se da cuando durante la 2da Guerra Mundial, la localidad francesa en la que falleció el Libertador soportó 487 bombardeos aéreos, resultando prácticamente destruida, sin embargo el monumento dedicado a esta figura histórica termina el ataque prácticamente intacto en medio de una plaza que acaba de vivir su capitulo más triste.